A mí nunca me atrajo la idea de leer la Biblia, ni me atrae, ni siento que sea algo que necesite. A veces encontraba la Biblia en algún hotel o casa, y si no tenía nada qué hacer, entonces leía algunas líneas al azahar, las cuales siempre me parecieron, a decir verdad, aburridas y enredadas. Y, sin embargo, la idea de Dios siempre fue algo que me atrajo y que, de alguna forma, sabía.
¿Qué sabía sobre Dios?
Sabía, de alguna forma y hasta cierto punto, qué era Dios. No podía explicarlo con palabras, porque hay cosas que no siempre se pueden poner en palabras. Pero de alguna forma lo entendía. Quizá por eso yo no sentía a Dios a través de los libros, religiones o palabras de alguien más. Yo lo sentía y estudiaba con más profundidad en las palabras que Él, de alguna forma, acomodó en la naturaleza, en el cielo y el silencio, en las labores del día, en los quehaceres de la casa. También lo leía, y lo leo, cuando camino, cuando veo a alguien llorar o reír, o cuando había algún problema.
Leer a Dios en la vida cotidiana
Sin embargo, leer a Dios en la vida no ha sido algo sencillo. Aunque gran parte del día lo sentía y hasta pudiese decir que lo alcanzo “a leer”, a veces me detenía a estudiarlo con gran atención y empeño porque la palabra de Dios es de naturaleza compleja, es un maestro amoroso, pero exigente, es un padre que nos enseña cómo ser Dioses, pero de un modo único, un padre leal que nos alienta a ser creadores, pero con un lenguaje, una palabra, que hay que aprender a escuchar, a sentir: a entender.
Dios se comunica y expresa en todas las cosas del universo. Su palabra barniza toda creación. Y si, eso suena muy poético y lindo hasta que uno d pronto se topa con tareas tan elementales como lavar los trastes, por ejemplo. ¿Cómo una presencia creadora de universos y estrellas puede estar hablando en las labores más triviales o sencillas como lavar los trastes, alzar la mesa, escuchar a los niños llorar y pelearse, etc.? ¿Cómo puede hablar Dios en este momento? ¿Cómo puede estar su palabra en algo tan trivial, pasajero e intrascendente? ¿Qué me quiere decir Dios cuando barro la casa o escucho los lamentos de quienes sufren?
También, a veces, me ha costado escucharlo,entenderlo y hasta interpretarlo en los hombres que matan y hacen atrocidades como cortar árboles, acabar con los bosques, contaminar los ríos o abusar de los niños. Si Dios está en todo el cosmos y su palabra suena en cada cosa ¿Cómo puede estar, digamos, en una acción tan vil y miserable? Y sin embargo, ahí está. Su mensaje no llega a uno si uno se concentra en escuchar el escándalo que hace la realidad en lugar de poner atención a su voz, qué es muy suave y transparente: silenciosa.
Para escuchar y leer a Dios en la vida cotidiana, uno tiene que saber cómo hacerlo. No es un arte fácil, porque antes hay que empezar por entender que Dios está dentro de uno mismo, así como dentro de cada persona, animal, planta, piedra, flor, estrellas, etc. Dios no es algo que esté separado de uno, ni es un vigilante que tenga reglas exigentes que castigue al incumplimiento. Dios permite y da. Dios es un Creador.
Ver a Dios en uno mismo
Ahora, ¿cómo puede Dios estar en mi si yo soy alguien que tiene muchas carencias, limitaciones, y algunos líos con el de la renta? Si Dios es un Creador de galaxias y lugares inimaginables ¿cómo es que esta dentro de mí, si apenas alcanzo a pagar la renta? Entender que Dios está dentro de uno, es algo complejo, si imaginamos la grandeza y magnitud de lo que decimos. ¿Cómo es posible tener a Dios dentro?
Hacer consciencia de esto es, ciertamente, un gran desafío. Requiere entendimiento y un despertar de consciencia. Y esto es el primer paso para empezar a leer a Dios en la naturaleza, porque si yo me siento separado de mi propia naturaleza divina, entonces también me sentiré separada de las plantas y de los demás, y aunque sienta aprecio y amor por la naturaleza y los animales quizá no pueda ni logre acercarme a ellos, ni defenderlos, porque difícilmente podré ponerme en contacto con la presencia divina en la naturaleza y en las demás personas.
La palabra de Dios no está “allá afuera”, resuena en uno mismo de una forma única cuando uno simplemente se abre a la conexión que existe entre uno y todo lo que le rodea. Mientras uno se sienta separado de los demás y de lo demás, entonces es como si la Biblia se partiese en pedacitos y las palabras se quedaran todas tiradas y aisladas, sin ningún significado.
Si bien los libros han sido un medio durante mucho tiempo para entender y llegar a Dios, quizá la nueva experiencia de estos tiempos es aprender a vivirlo y escucharlo en todas las cosas y experiencias que vivimos, juzgar menos y abrir más los ojos, dejar de rechazar y abrir más el corazón, dejar de ver lo que nos conviene y aprender a ver lo que realmente es.
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